lunes, 9 de enero de 2012

Mario Flores Gutiérrez



Todos hemos sido testigos en alguna ocasión de acontecimientos tan magníficos para sus protagonistas que en tiempo real duran solamente instantes pero que esos imperceptibles segundos trascienden su concreta existencia hasta extenderse en hechos que modifican la vida del mismo espectador. Son puntos de inflexión en la vida de los protagonistas e instantes catárticos para los espectadores. 

Esa sumatoria de azares que significa el acontecimiento que deviene en un punto de inflexión, es decir, hechos concretos independientes uno del otro pero que adquieren sentido cuando son observados como conjunto, ha sido trivializada ya por la cinematografía occidental al convertir la catarsis en un lugar común: el encuentro entre un padre y un hijo, la búsqueda de la hija por la madre perdida, el amor que rompe barreras y clases sociales, la libertad obtenida ante sus opresores por un líder guerrero, etcétera. 

Sin embargo, para aquellos que habitamos las ciudades, a quienes la rutina monotoniza las horas semanales o a quienes padecen una enfermedad hereditaria y neurodegenerativa, los momentos catárticos prácticamente han dejado de existir. La plastificación de la realidad nos hace soñar con monstruos y heroínas en el cine, pero los verdaderos héroes de esta desvalorada humanidad están en donde menos se les busca.

En la Asociación Mexicana de la Enfermedad de Huntington, IAP (AMEH) las historias catárticas se suceden una tras otra en fila india esperando su turno. Y la semana pasada le tocó a uno de nuestros pacientes más singulares.

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Mario Flores Gutiérrez tiene más de 50 años, de complexión delgada, gruesos anteojos y resistencia a toda prueba. Hombre solitario, sin vivienda o familia, es el paciente con asistencia perfecta en la AMEH -no falta ni un solo día-, tiene un apetito voraz por observar el mundo -en especial admira la ciudad de México-; habitual visitante de los famosos baños públicos de la Juárez, sus formas recuerdan al mexicano de 1930: refinado y de pocas pero concretas palabras.


Azar tras azar, uno de ellos permitió identificarlo en las calles de la ciudad a principios de 2011 e integrarlo a la comunidad de la AMEH, el siguiente se presentó con el cuidado y mecenazgo de su nuevo gran amigo al que fue encomendado, uno tercero surgió con el vínculo de IASIS que permitió el apoyo mutuo institucional hacia el paciente; pero ya mucho tiempo antes había sido trazada esta línea de acontecimientos debido al gusto que Mario desarrolló a través de los años por las largas caminatas en el centro. Fue una de aquellas caminatas la que lo llevó al verdadero punto de inflexión

A pocos días de finalizar 2011, cerca de la calle Delicias, en la colonia Centro, un hombre llamado Roberto Rebolledo visualizó a quien parecía un viejo amigo de la familia. Le intrigó observar la forma en que caminaba, los movimientos que su cuerpo realizaban; dudó durante varios minutos cuestionándose si el hombre que tenía enfrente sería aquel hermano perdido de la señora Leticia Flores Gutiérrez. Rápidamente hizo memoria y recordó no haberlo visto harán seis años, pero aún recordaba su nombre.

Por su parte, Mario había salido en una de sus cotidianas caminatas de media mañana sin conocer lo que sucedería aquel día; al toparse con Roberto, lo reconoció de inmediato. Charlaron sorprendidos de los años que habían transcurrido. Roberto después reconoció haberlo visto muy cambiado desde la última ocasión que habían estado juntos, a lo que Mario le platicó que estaba enfermo con la Enfermedad de Huntington y que acudía a una clínica "allá por el Estadio Azteca" todos los días para que le dieran sus medicinas. Antes de despedirse, Roberto le prometió a Mario que buscaría a su hermana.

Fueron tres semanas de exhaustiva búsqueda para Roberto Rebolledo con la finalidad de encontrar a la hermana de Mario, Leticia. Habían sido buenos amigos durante las últimas décadas del siglo XX, pero habían pedido el contacto hacía ya algunos años. Cuando Leticia recibió a Roberto en su casa no podía creer las noticias que éste le traía: había encontrado a su hermano desaparecido hacía seis años.

Y es así que la semana pasada ocurrió en la AMEH el sorprendente reencuentro entre Leticia y Mario: un punto de inflexión en la vida de ambos y un momento catártico para quienes lo presenciaron.


Pastorela 2011


A finales de diciembre pasado aconteció la tradicional pastorela para despedir el año en la AMEH. El evento por sí mismo fue tan conmovedor que las palabras sobran, dejemos que las imágenes hablen.



  EN EL MARCO DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER #NoEstanSolosAMEH #HuntingtonSomosTodos